6/06/2007

Los nervios

Me levanté riendo, es que era un chiste, eso que había soñado me dejó con esa risa nerviosa a flor de piel, esa corriente cosquillante con la que se puede terminar llorando o riendo, así como la forma de librar ese mieducho visceral, como esas niñitas gorditas espinillentas, un tanto reprimidas, que basta con apretarle ese botón oculto en su pecho o su espalda para que exploten y se liberen en furor.
Es curioso que al despertar nos ponemos una faja sobre todo eso que brotó libre y espontáneo en sueños, es una faja medio moralona, que algunos días queda mal abrochada y puede explotar y romperse en cualquier instante y ante la mas minima presión. Como esos cuchuflis gordos de manjar apunto de estallar, que chorrean por sus extremos y al primer rose o sensación sofocante se derraman. O sin ir más lejos ese clásico sanguchito de palta, que de puro nervioso no lo alcanzan a apretar y se caga. Pero mas chistoso aun cuando comemos esos típicos sándwich donde el churrasco no esta picado y al primer mordisco comienza una lucha entre la mandíbula y ese nervio de la carne que no sede y no se rompe, y quedamos con el bocado mitad afuera mitad adentro, es ahí cuando el degustador entra en ese nervioso ridículo (parecido al del sándwich de palta), que no disminuye después de tironear un poco con la cabeza, sino talvez solo cuando puede respirar por la nariz con la mandíbula bien cerrada para que no se asome lo que adentro ya se a comenzado a procesar. Así con ímpetu el campeón o campeona intenta acabar con este nervio que no sede y comienza a apretar tanto al sándwich que se comienza a chorriar, como ya decíamos siempre lo primero en salir es la palta. En ese instante, el hecho toma una connotación como un todo perfecto, el personaje nervioso por no poder resolver la molesta situación del desarme inminente del sándwich, piensa en devolver lo ya masticado, lo que sería claramente interpretado como una derrota, ya que pasaría por la vergüenza del comensal, dueño(a) de casa, cantinero o familiares varios. Y todo por culpa de esos nervios, el del churrasco y los del personaje en testimonio. Nervios que no pudieron ser superados y terminan destruyendo la integridad del cuerpo al cual pertenecen.

1 comentario:

Patricia Karenina dijo...

Esa sensación "moralina" sólo exprime el pacer de un buen emparedado... ya sea de churrasco o para gente como yo de queso, la sensación de comer escurriendo o no escurriendo una fracción del alimento... es un placer gratificante... gracias por esa buena descripción de donde nace la risa... besos desde México!